El permanente deseo de conocimiento, innato en mi desde la infancia, me provoca, a veces,  una sensación de ansiedad y dispersión dado el amplísimo campo a descubrir y mis limitaciones personales.
Y me provoca una reflexión.
¿Por qué algunas personas desarrollan una genialidad excepcional en contextos donde, aparentemente, nada les favorece?
¿Cómo surge un talento extraordinario cuando no existen referentes culturales, sociales o económicos que lo impulsen?
Desde la neurociencia sabemos que, en lo esencial, todos los cerebros humanos comparten una arquitectura similar.
Las diferencias estructurales entre un genio y una persona promedio no son determinantes.
Lo que realmente marca la diferencia es la forma en que algunos individuos orientan su atención, gestionan su curiosidad y perseveran ante la dificultad.
Como escribió Albert Einstein: “No tengo talentos especiales, solo soy apasionadamente curioso.”
El genio, entonces, no parece depender del entorno, sino de la capacidad de extraer significado del vacío.
Vincent van Gogh pintó sus visiones interiores sin apoyo ni reconocimiento.
Frida Kahlo convirtió el dolor en lenguaje pictórico.
Nikola Tesla imaginó un mundo eléctrico mientras vivía prácticamente en la pobreza.
Y en todos ellos se repite un patrón.
Y me provoca una reflexión.
¿Por qué algunas personas desarrollan una genialidad excepcional en contextos donde, aparentemente, nada les favorece?
¿Cómo surge un talento extraordinario cuando no existen referentes culturales, sociales o económicos que lo impulsen?
Desde la neurociencia sabemos que, en lo esencial, todos los cerebros humanos comparten una arquitectura similar.
Las diferencias estructurales entre un genio y una persona promedio no son determinantes.
Lo que realmente marca la diferencia es la forma en que algunos individuos orientan su atención, gestionan su curiosidad y perseveran ante la dificultad.
Como escribió Albert Einstein: “No tengo talentos especiales, solo soy apasionadamente curioso.”
El genio, entonces, no parece depender del entorno, sino de la capacidad de extraer significado del vacío.
Vincent van Gogh pintó sus visiones interiores sin apoyo ni reconocimiento.
Frida Kahlo convirtió el dolor en lenguaje pictórico.
Nikola Tesla imaginó un mundo eléctrico mientras vivía prácticamente en la pobreza.
Y en todos ellos se repite un patrón.
La genialidad no nace en un terreno fértil, sino en la obstinación por hacerlo florecer.
Esa capacidad de trascender las limitaciones puede entenderse como una forma de autodeterminación creativa.
El entorno ofrece límites, la mente extraordinaria los transforma en desafíos.
Nietzsche lo expresó con precisión:
Esa capacidad de trascender las limitaciones puede entenderse como una forma de autodeterminación creativa.
El entorno ofrece límites, la mente extraordinaria los transforma en desafíos.
Nietzsche lo expresó con precisión:
“Uno debe tener caos dentro de sí para dar a luz una estrella danzante.” 
El genio no espera condiciones ideales: las crea.
También existe un componente invisible, difícil de medir, pero evidente en quienes no se conforman con lo que hay.
Leonardo da Vinci lo dijo con simpleza y exactitud: “El aprendizaje nunca agota la mente.”
Esa curiosidad sostenida, casi obsesiva, impulsa a explorar caminos que otros descartarían por imposibles o inútiles.
La genialidad no surge, pues, de una diferencia biológica radical, sino de una relación distinta con el conocimiento, el tiempo y la frustración.
Donde la mayoría se detiene, el genio insiste. Donde otros buscan reconocimiento, el genio busca comprensión.
Y cuando no hay maestros —como recordaba Isaac Newton—, inventa sus propios gigantes para subirse a sus hombros.
En última instancia, lo extraordinario puede surgir en cualquier lugar, incluso en medio de la carencia.
La genialidad no es un privilegio del entorno, sino una respuesta interior ante sus límites.
Tal vez todos poseemos esa chispa latente.
También existe un componente invisible, difícil de medir, pero evidente en quienes no se conforman con lo que hay.
Leonardo da Vinci lo dijo con simpleza y exactitud: “El aprendizaje nunca agota la mente.”
Esa curiosidad sostenida, casi obsesiva, impulsa a explorar caminos que otros descartarían por imposibles o inútiles.
La genialidad no surge, pues, de una diferencia biológica radical, sino de una relación distinta con el conocimiento, el tiempo y la frustración.
Donde la mayoría se detiene, el genio insiste. Donde otros buscan reconocimiento, el genio busca comprensión.
Y cuando no hay maestros —como recordaba Isaac Newton—, inventa sus propios gigantes para subirse a sus hombros.
En última instancia, lo extraordinario puede surgir en cualquier lugar, incluso en medio de la carencia.
La genialidad no es un privilegio del entorno, sino una respuesta interior ante sus límites.
Tal vez todos poseemos esa chispa latente.
La diferencia está en quienes deciden cultivarla, incluso cuando nada alrededor parece indicar que valdrá la pena hacerlo.
Y en mi condición de simple ser humano, surge la pregunta, extensible a cualquiera.
¿Qué podrías crear o modificar si dejaras de esperar las condiciones perfectas y empezaras a construirlas desde ti mismo?
¿Qué podrías crear o modificar si dejaras de esperar las condiciones perfectas y empezaras a construirlas desde ti mismo?
Naturalmente y dada la excepcionalidad de la genialidad,  todo ello aplicado a nuestra vida cotidiana.
Trabajo, creatividad, toma de decisiones, relaciones personales o sentimentales.
¿ Que nos frena, cuando ello es posible?
Un término muy habitual hoy en día , establecerse en la llamada zona de confort, conlleva  practicar la resistencia y el miedo a salir de ella, a no asumir riesgos.
Cada uno es libre de definir y dirigir su vida, naturalmente.
Pero, es posible que , llegado a un punto de tu vida y ante un balance aparentemente insatisfactorio , te preguntes:
¿Porque no tome riesgos? ¿ Que me limitó?
Me viene a la cabeza un recuerdo.
Estando de vacaciones en Port El Kantaoui , Túnez, observaba que en la playa donde descansaba, existía un servicio con motoras y paracaídas para practicar parapente, previo pago, naturalmente.
Y un dia decidi utilizarlo. Tras unas breves explicaciones y la colocación de chaleco, inicie la experiencia, 
Al dia de hoy, sigue siendo uno de los mejores recuerdos de mi vida.
Y un pequeño matiz: Yo no se nadar.
Y un pequeño matiz: Yo no se nadar.
Porque  el mayor riesgo en la vida es no atreverse a tomar riesgos.

 
No hay comentarios:
Publicar un comentario