Una de mis múltiples aficiones es el tenis, deporte que en su día practique de forma más o menos regular y con resultados claramente..... irregulares.
Estoy siguiendo estos días, como muchos otros aficionados, el Open de Australia. Y particularmente, la evolución física, técnica y mental de Rafa Nadal.
Tanto se ha dicho sobre el, que añadir nuevos elogios es tarea vana. Pero no puedo por menos que arrodillarme ante su figura, algo que no forma parte de mi filosofía de vida.
Ese ejemplo de humildad, superación, fortaleza, autoxigencia y trabajo, solo merece encumbrarle, una vez más , al podium más alto.
Sin embargo, cuando veo en las gradas aficionados, tanto españoles como de otras nacionalidades, enarbolar la bandera de España, me produce tristeza.
Sin embargo, cuando veo en las gradas aficionados, tanto españoles como de otras nacionalidades, enarbolar la bandera de España, me produce tristeza.
No descubro nada, al recordar que ese símbolo exhibido fuera de contextos deportivos, se convierte en un estigma para quien lo enarbola.
Facha, pepero o pijo son los calificativos más suaves que podrá escuchar.
Facha, pepero o pijo son los calificativos más suaves que podrá escuchar.
No soy de banderas o símbolos, ni los mitifico. Pero todo debería situarse en la normalidad.
Y hacer abstracción de la apropiación de ese elemento durante los largos años de dictadura.
Porque lo que se consiguió con ello, es identificar ese lamentable período y el símbolo , con una ideología política ultra derechista.
Estoy convencido que quién sigue amando a este país y la enarbola, o al menos una gran parte de ellos, les duele España tanto como a mí.
Posiblemente su ideología es claramente centrista, por definirlo de alguna manera y no izquierdista. Pero aman nuestro suelo, tanto como otros.
Posiblemente su ideología es claramente centrista, por definirlo de alguna manera y no izquierdista. Pero aman nuestro suelo, tanto como otros.
Ojala que esta España invertebrada, corrupta y plagada de injusticias, se convierta algún día en una realidad más tolerante, socialmente avanzada y poderosa.
Heredera de los Velázquez, Picasso, Goya, Cervantes, Marañón y tantos otros que la dotaron de orgullo y brillantez, tal como lo consigue el propio Nadal.
Porque, a pesar de nuestros claros defectos, somos un gran país. Acogedor, tolerante y vital.
Y que alguien pueda enarbolar ese símbolo de unificación , con tanto derecho como el que enarbola la republicana.
Y que alguien pueda enarbolar ese símbolo de unificación , con tanto derecho como el que enarbola la republicana.
Por cierto, yo también lo soy....porque como decía un querido amigo hace poco, intento ser un espíritu libre.
Afortunadamente.
Afortunadamente.