lunes, 16 de mayo de 2016

TOREAR




El comienzo de las retransmisiones televisivas de la Feria de San Isidro , independientemente de la controversia y  debate habitual entre defensores y antitaurinos, me ha hecho reflexionar sobre el paralelismo , una vez más, de la fiesta con determinados aspectos de nuestra vida.
A pesar de tus esfuerzos de contención, tu disciplina y fuerza de voluntad..... algo provoca que te tires nueva e irracionalmente  como un   joven espontaneo al ruedo de los sentimientos.
 Cuando menos te lo esperas, cuando lo tienes olvidado, cuando has rechazado cualquier posibilidad de que ello suceda......vuelve a ocurrir. 
Y sabes que no quieres hacerlo, intentas evitarlo,   utilizar tu raciocinio, tu supuesta experiencia.
Pero imposible. El metafórico toro te embiste incontroladamente.
Tiras de recursos, sacas del viejo baúl todas las tecnicas aprendidas, intentas evitar la cornada, eres consciente de que el peligro acecha  escondido detras de una mirada.
Y no tienes a quién pasarle los trastos. Estás tu solo.
Aquí no hay picadores, ni banderilleros, ni más capote que el tuyo.
Aunque sabes de antemano que la cogida va a ser inevitable.
Porque, como veterano maestro, sabes reconocer cuando el riesgo es real y no aparente.
A pesar de ello, intentas controlar tu miedo, jugar con  la muleta, recuperar defensas olvidadas.
Solo sirve para aplazar lo inevitable.  Asumes que la cornada va a ser peligrosa, que va a ir directamente al corazón y te provocará dolor.
Y sufriras el peor de los castigos, sobrevivir a ella , aunque dejandote una amplia cicatriz indisimulable.
 Cada vez que  simbolicamente la recuerdes, volveras a revivir el momento en el que unos ojos penetraron tu alma, de forma inevitable y dolorosa.
Y a pesar de todo, agradecerás pasar por esa experiencia.
Porque siempre has preferido no esconderte detras del burladero y afrontar desde el centro del ruedo la sublime y peligrosa experiencia de recibir el toro a porta gayola.
Y el resto de la faena ......  lo haras de pie.
 Siempre de pie.




miércoles, 11 de mayo de 2016

COMUNICAR



Soy un apasionado de la comunicación en sus diferentes formas. Cine, televisión, música o literatura forman parte de mi día a día, personal o profesionalmente y nunca dejan de entusiasmarme.
  Observar como utilizamos las personas nuestra capacidad de comunicación es  fascinante y te hace reflexionar.
Cada uno tenemos diferentes maneras de practicarla. 
Factores como  timidez, seguridad o inseguridad, capacidad de expresión, nivel cultural, experiencias vividas tanto  positivas como negativas etc. nos condicionan.
No siempre sabemos transmitir con claridad nuestra opinión, lo que realmente queremos decir. 
Porque comunicar no es fácil. Tanto en lo profesional como en lo personal.
Y es sumamente importante hacerlo bien, si queremos enriquecer nuestras relaciones.
Cuantas veces  un comentario mal expresado o  mal entendido entre una pareja han provocado discusión, conflicto , reproche y enfado. 
Como hecho aislado, no tiene mayor importancia. La reiteración constante de esa situación, puede llevar a problemas de convivencia y dificultades en la relación.
La utilización del lenguaje para ocultar realidades o inseguridades de todo tipo, intentando transmitir al de enfrente una imagen que no corresponde a la realidad, es algo bastante habitual.
Pero olvidamos una de las más expresivas formas de comunicación: el silencio.
Lo que podría interpretarse como un elemento pasivo puede ser una hermosa herramienta.
En su forma más elemental, sabiendo escuchar al otro.
Y de forma más sublime  compartiéndolo, donde una simple mirada entre dos personas encierra el más hermoso de los diálogos.
Confieso que también lo practico. 
A veces de forma indirecta, dejando de decir todo aquello que bulle en mi interior, que tambien es una forma de silencio.
A veces he pensado ... ¿ y si tuviese la facultad de poder leer el pensamiento ajeno?
Sin duda dispondría de un inmenso poder con el cual podría manejar fácilmente todo tipo de situaciones, tanto profesionales como privadas.
Pero también un tremendo castigo, al descubrir realidades que nunca hubiése imaginado.
Me conformo con seguir practicando esa comunicación  con la mayor honestidad , transparencia y correción posible.
Afortunadamente, siempre hay una mano amiga que en caso de desvio te recordará cariñosamente que te equivocas.
Con una mirada , un comentario o un maravilloso silencio.