miércoles, 29 de mayo de 2013

COMPRAR








El verbo comprar se ha convertido en una especie de mantra que nos invade permanentemente.

Da igual donde estés, en que lugar, en que ciudad, en que país o que tipo de medio de transporte utilices para desplazarte.

La poderosa maquinaria publicitaria, cual Gran Hermano, te bombardea con sus agresivos mensajes en cualquier momento del día.

Radio, prensa, escaparates, vallas, octavillas, enormes carteles en los Centros comerciales, monitores, megafonía....

Y cuando, al final de una dura jornada, te refugias en tu vivienda, el mero hecho de pulsar el mando de la televisión con la esperanza de conseguir unos minutos de distracción, se convierte en una sucesión interminable de spots, a veces integrados dentro del propio espacio o ubicados en un programa, serie o debate, mediante la técnica del denominado "product placement".

Y a pesar del tsunami en que se encuentra inmersa nuestra economía, el ciudadano medio queda atrapado en esa tela de araña y compite por disponer del ultimo gadget tecnológico, el nuevo modelo de coche o los, aparentemente, espectaculares descuentos y ofertas que las diversas marcas promocionan hasta la extenuación.

Incluso yo mismo desearía COMPRAR.

Pero lamentablemente, lo que deseo no está a la venta.

Me gustaría poder comprar TIEMPO.

Pero no tiempo de ocio o entretenimiento, dado que mis circunstancias personales  me lo permiten.

Quisiera poder comprar AÑOS ....

Recuperar el entusiasmo que he poseído en épocas anteriores, cuando ingenuamente me quejaba de atravesar la crisis de los cuarenta.

Recuperar la pasión, las fuerzas, las ganas, el entusiasmo y corregir el tiempo desperdiciado en otras etapas que, desgraciadamente, en su momento no supe valorar.

Empeño inútil, porque todos sabemos que ese producto ni está ni estará en venta.

Y a pesar de ello, el instinto de supervivencia, la escasa racionalidad que nos queda, la pequeña hoguera que todavía permanece en nuestro interior, te impulsa a no rendirte, a valorar lo que tienes, a no perder la mirada de niño, a intentar imitar a los que, más grandes que tu, han sabido practicar desde su nacimiento.

Y te superas, te exiges, te obligas a seguir creando, amando, vibrando, sintiendo y valorando el hermoso escaparate que puede ser la vida.

Pero en lo más profundo de tu interior, una casi inaudible voz te sigue repitiendo.......

Quién pudiera comprar TIEMPO......


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