El fallecimiento del hijo de un querido amigo, fulminante y a temprana edad y en este caso, sin ninguna relación con el fatidico virus.
Como padre, no hay nada más terrible que sobrevivir a un hijo o hija.
Me ha costado y me sigue costando asumirlo , me rebela y me recuerda la terrible ruleta que es la vida, donde en un solo minuto, todo puede cambiar.
Si ello me ocurre a mi, en ningún caso es comparable con el sufrimiento de los verdaderos protagonistas, sus padres.
Y me provoca un cierto sentimiento de culpabilidad, cada vez que me informo , diariamente, sobre el desarrollo de la cruel pandemia.
Nos facilitan datos estadísticos en los cuales, inevitablemente , se incluye el número de fallecidos.
Y tengo la frustrante sensación de que, al contrario del inicio de la misma, se asumen como algo inevitable y casi rutinario.
Y basta un caso, un solo caso como el ocurrido, para recordarme el dolor, el inmenso dolor y la repercusión que cada muerte provoca en el entorno de familia y amigos.
Es tal la rapidez con la que discurre la vida que, por decirlo de forma simple, la muerte deja de ser noticia.
Da la sensación de que, buscando la deseada inmunidad sanitaria , legítimamente por otra parte, hemos asumido las cifras como algo inevitable.
Extrapolándolo, lo que ocurre a nuestro alrededor, en países tan lejanos como la India y sus terribles imágenes, nos impacta puntualmente, pero nuestro instinto de supervivencia nos distancia de esa realidad, como si sucediese en otro planeta.
No quiero enviar un mensaje equivocado.
Soy de la opinión de que somos un país solidario y sensible a los acontecimientos.
Y lo hemos demostrado ampliamente en numerosas ocasiones.
En este caso, que mejor ejemplo que el comportamiento del personal sanitario, volcado al límite de sus posibilidades para paliar los efectos de la maldita pandemia.
Pero se va provocando un cierto distanciamiento, ante algo que se considera inevitable.
Por ello, ante la confusión y el debate generado por las diferentes vacunas y sus posibles efectos colaterales, quiero hacer una reflexión.
Asumiendo las dudas y preguntas que gran parte de la población nos hacemos....vacunate. No solo por ti y tu protección.
Al hacerlo, eliminas probabilidades, no solo de contagiarte, sino de poder contagiar al resto.
Y por tanto, ayudas a disminuir la trágica estadística de fallecidos.
Ha causado gran revuelo mediático , la reciente entrevista con Miguel Bose, expresando sus discrepancias y negacionismo sobre la pandemia.
Y uno de los aspectos que más se critican es la influencia que puede ejercer su opinión sobre quienes le escuchan, dada su popularidad.
Punto sobre el cual discrepo.
El problema no es solo de quien emite el mensaje, sino del que lo recibe.
Y eso vale para casi todo. Una sociedad culta, debe estar preparada ante este tipo de actitudes , desarrollando y practicando su propia opinión, su libertad de pensamiento.
Hitler no hubiese existido, sino hubiese conseguido un respaldo y un apoyo social mayoritario, que asumió su discurso.
Porque existe un virus todavía más poderoso que el que estamos sufriendo actualmente.
El de la ignorancia.
Parafraseando a Descartes : “ Pienso, luego existo”.
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