Como un rito pagano, las puertas de la cárcel urbana se abren temporalmente para que, por unos días, el ciudadano goce de un merecido descanso, intente combatir la rutina y aislarse de sus problemas.
Algunos lo conseguirán.
Otros, repetirán miméticamente el ritual veraniego en playas aglomeradas, ignoraran el entorno cultural que su temporal lugar de residencia les permitiría conocer, intentaran abordar la lectura de ese libro que deseaban leer, se refugiaran en los beach club de moda , de precios exorbitantes y se harán promesas de reciclaje personal cuando regresen a su punto de partida.
Unos pocos buscarán calas tranquilas y salvajes, se proveerán de un buen pescado y lo cocinarán en unas brasas a la luz de las estrellas.
Y tranquila, pausadamente, pensarán en lo que van a hacer y no en lo que desean hacer.
Tacharan la resta, aumentarán la suma y seguirán haciendo su propio camino.
Ya lo han definido, mejor que yo, grandes poetas y escritores .
Con la experiencia, asumimos que la vida es un viaje a través de nosotros mismos y nuestro entorno, a veces de fácil recorrido, pero también con curvas, baches y zonas complicadas.
En esa simbólica maratón, lo importante es traspasar la meta, independientemente del puesto que ocupes a tu llegada.
Que cada uno escoja , libremente, su personal ruta.
Porque, ante la manida frase de “Solo se vive una vez”, hay que recordar que vivir, vivimos todos los días. Solo se muere una vez.
Buen viaje a todos y buen verano.
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