Ojeando la prensa, he leído una entrevista con Isabella Rossellini , motivada por el próximo estreno de una película con ese título, que coprotagoniza junto con William Hurt , dirigida por Julie Gavras, hija del gran Costa Gavras (Z, Desaparecido, La caja de música etc.)
Me ha traído recuerdos de su clase y belleza , vislumbrada a corta distancia en una hermosa noche, en la cual el Destino nos hizo coincidir cenando en un restaurante de San Francisco .
Mi respeto por no invadir su intimidad me impidió tomar la iniciativa de presentarme y saludarla, cosa que con el tiempo lamento.
Confieso que todavía no he visto la película. Por tanto, ignoro su calidad, aunque confío en que este a la altura de esos excelentes actores.
Pero el título me parece sabiamente escogido.
No hace falta mucha imaginación para intuir que se trata de una historia de amor , en clave de comedia, entre dos personas maduras.
Lo que encierra ese título, me reconcilia con muchas cosas.
Es casi como un haiku, esos bellos poemas japoneses, que en breves líneas saben condensar la sabiduría oriental, a la que tanto admiro.
TRES VECES VEINTE AÑOS
Me parece una bella definición, no para esconder una edad, sino para definir una forma de ver la vida.
La cual coincide con mi propia filosofía , que no deseo modificar.
El proceso biológico es inevitable y el reloj personal no se puede parar.
Pero disponemos del derecho de saber utilizarlo.
Esos veinte años que sirven como referencia y elemento multiplicador, implican que toda la energía, vitalidad, curiosidad y frescura de esa alocada edad pueden seguir permanente en nuestro cerebro y en nuestra aptitud hasta el último e inevitable momento.
Y con el añadido de la experiencia, el fruto recogido en base a nuestros aciertos y errores que como humanos debemos asumir.
Pero no hay nada que nos impida utilizarla inteligentemente.
Deseo conservar esa hermosa mirada de niño que, ávido de curiosidad y ganas de vivir, se sorprende permanentemente ante todas las cosas hermosas que la vida encierra.
Y ellos, todavía no influenciados por los convencionalismos, el entorno y las limitaciones que la sociedad impone, abren sus inocentes ojos asombrados ante lo que el paisaje les muestra y lo agradecen con una amplia sonrisa.
Son FELICES.
Aun siendo un apasionado de la buena lectura, a veces no hace falta abrir ningún libro para aprender.
El libro esta ahí, delante de nosotros. Solo hay que saber leerlo.
Desgraciadamente, conozco demasiadas personas jóvenes que, sin ellos saberlo, nacieron viejos.
Deseo y confío que sean suficientemente inteligentes para saber rectificar.
A los que tienen la paciencia de leerme y apoyarme, les deseo desde lo más profundo de mi interior......
Que cumplan muchas veces veinte años.....