martes, 18 de noviembre de 2025

LUX





Antes de llenar estadios, antes de revolucionar la música, antes de que millones la siguieran en redes, hubo una chica joven escuchando lo siento pero no.
Un no en un club de Barcelona,  que no supo ver lo que tenía delante. Un no en un programa de televisión que ni imaginaban la artista en la que se convertiría. 
Esos rechazos tan comunes, tan dolorosos cuando se es adolescente, no la hundieron, la empujaron ,la moldearon.
Aprendió que, si quería brillar, tendría que hacerlo desde la constancia, la entrega y la fe en sí misma.
Lo que emociona de Rosalía  no es solo su éxito, sino la forma íntima y valiente en que lo ha construido.
Hay algo profundamente humano en su historia.
Horas interminables de estudio, profesores que la veían llegar siempre antes, quedarse siempre después,  ejercicios de voz, de armonía, de cuerpo, de alma. 
La disciplina se convirtió en refugio y en herramienta.
Benjamin Franklin decía: “La energía y la persistencia conquistan todas las cosas.” 
Y en Rosalía esa idea cobra vida.
Talento sí, pero sostenido por una determinación que no se rinde.
Rosalía desarrolló ambos, la técnica pulida en silencio y el coraje forjado en cada obstáculo. 
Y, como recordaba Michael Jordan:
“El talento gana partidos, pero el trabajo en equipo y la inteligencia ganan campeonatos.” 
Ella lo ha demostrado rodeándose de colaboradores, productores y músicos que la han acompañado en su crecimiento.
Aun así, nunca dejó morir la intuición, esa chispa creativa que la llevó a mezclar lo que nadie se atrevía:
Flamenco con pop, tradición  con electrónica, dolor con fiesta, cielo con tierra.
Esa libertad artística es una de las razones por las que tantos jóvenes la sienten cercana.
Rosalía no solo canta,  demuestra que es posible ser muchas cosas a la vez, que no hay que encajar en moldes para crear algo hermoso, que la identidad puede ser mezcla, búsqueda, riesgo.
Y con todo lo que ha logrado, mantiene una humildad que desarma.
 Volver al club que la rechazó y hacerse una foto allí,  no para exhibir victoria, sino para recordar cuánto ha crecido,  dice más de ella que cualquier premio. 
Rosalía no camina desde la soberbia, camina desde la gratitud. Desde la conciencia de que nada está garantizado y todo puede desaparecer en un instante.
Cada disco que publica es una etapa vital.
El mal querer hablaba de romper cadenas.
Motomami era explosión, libertad, piel viva. 
En su último proyecto se ha vuelto más espiritual, más introspectiva, casi como si quisiera abrir una ventana para que entre luz en un mundo que a veces parece demasiado oscuro. 
Y esa luz no es perfecta ni es simple
Es una luz humana, con sombras y dudas, con grietas por donde también entra la verdad.
Por eso conecta, porque Rosalía no pretende ser intocable. 
Se permite ser vulnerable, sensible, intensa, cambiante. Muestra sus raíces, pero también su curiosidad
Respeta lo que la construyó, pero no se encadena a ello. 
Y esa actitud valiente, abierta, honesta,  inspira. 
Le dice a quienes la escuchan que está bien reinventarse, que está bien equivocarse, que está bien empezar de cero cuantas veces haga falta.
En un mundo complejo, cansado, lleno de incertidumbre, artistas como Rosalía se vuelven faros.
No porque tenga todas las respuestas, sino porque nos recuerdan que la belleza aún existe, que la creatividad sigue naciendo incluso en tiempos difíciles, que los no que recibimos no son finales, sino comienzos.
Rosalía es ese recordatorio luminoso de que cuando uno trabaja, persevera, cae, se levanta, insiste y sigue, puede transformar lo que parecía imposible en algo que brilla. 
Y hoy, más que nunca, esa luz hace falta.
Y no solo en la música........

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