martes, 11 de noviembre de 2025

LIBRERIAS




Hoy, los medios nos informan ,  que se celebra en nuestro país  el Día Internacional de las Librerías.
Una  jornada que nos permite recordar que,  antes de que los libros se descargaran con un clic, se abrían con las manos, se valoraba la calidad de edición y desprendían el olor característico del papel. 
Aquellos libreros eran los primeros algoritmos humanos, capaces de recomendarte el libro que no sabías que necesitabas y convencerte de que necesitabas tres más.
En plena era digital, las librerías siguen ahí.
Heroicas, aromáticas y ligeramente desordenadas.
Son los últimos templos donde uno puede deambular sin Wi-Fi, sin notificaciones y con la peligrosa sensación de estar pensando
Porque, hoy,  entrar en una librería es una declaración ideológica.
No voy a consumir contenido, voy a leer.
Existen librerías que deberían tener no solo una placa honorífica en su  puerta. También un luminoso, tipo farmacia, para avisar que se expenden vitaminas para el cerebro y sin receta.
Antonio Machado , en Madrid, donde los libros se ordenan por vocación literaria y no por algoritmo.
La Central , en Barcelona y  Madrid . El paraíso del lector que compagina su compra con un café con leche de avena.
Rafael Alberti , en Madrid . Un lugar donde aún se escucha la palabra “lector” sin ironía.
Proteo , en Málaga,  que resurgió literalmente de las cenizas. 
Canaima , en Las Palmas,  donde las olas no llegan, pero la poesía sí. Y como  no reverenciar los libreros de la Cuesta de Moyano, en Madrid o los "bouquinistes"de  Paris.
Y tantas y tantas otras.
En estos espacios se sigue practicando una forma de magia olvidada.
El diálogo humano sobre los libros, esa red social analógica donde la gente habla cara a cara, sin emojis y sin filtros.
Y a veces, una charla con alguien que realmente ha leído el libro que te recomienda.Porque sí, aún existen lugares donde nadie te pide que aceptes cookies, ni te pregunta si quieres activar las notificaciones. Solo te ofrecen historias. 
Y a veces, una charla con alguien que realmente ha leído el libro que te recomienda.
Milagros sin suscripción mensual.
Quizás no encuentres lo que buscabas, pero encontrarás algo mejor. Vida y conocimiento. 
Entra en una librería, deja el móvil en el bolsillo y confía en el maravilloso caos de las estanterías.
Y, por supuesto, no puedo dejar de citar a mi admirado Groucho Marx, cuando dijo:
“Encuentro la televisión muy educativa. Cada vez que alguien la enciende, me voy a otra habitación y leo un libro.”