En innumerables ocasiones, personas de mi entorno me han pedido, cordialmente, que me definiese, que me etiquetase objetivamente, en el supuesto de que la objetividad personal exista, como individuo, como persona.
Obviamente se referían a mi forma de pensar, de actuar, de llevar mi vida.
A priori, el concepto de etiquetar choca frontalmente con mi personalidad.
Hay una necesidad , como si fuésemos uno más de los múltiples productos que se muestran en la estantería de un supermercado, de colocarte una etiqueta, un envoltorio , un código de barras, un precio.
En lo social, en lo político, en lo profesional.
Los antiguos griegos consideraban el ejercicio y desarrollo de la libertad , como una necesidad intrínseca en el ser humano, independientemente del poder establecido y de las normas imperantes , de poder pensar y actuar sin cortapisas, sin limitaciones, sin condicionantes.
Y ello no es una utopía, no es algo irrealizable.
Se puede y se debe caminar por la vida con esa filosofía, con esa ética, con esos valores.
Como bien me recuerda puntualmente una querida amiga, no solo con congruencia. También con coherencia.
No digo que sea fácil.
Siempre se puede perdonar que alguien te traicione.
Siempre se puede perdonar que alguien te traicione.
Pero nunca traicionarte a ti mismo.
No quiero situarme en una posición de superioridad .
Muchas veces, más de las que quisiera recordar, me he traicionado.
A pesar de tener claras mis ideas, he practicado mi propia autocensura, ante el temor de que mis palabras, mis pensamientos, mis actos, pudiesen ofender o agredir al que las estaba escuchando.
Y es algo que se puede solucionar, con algo tan hermoso como la palabra, la retórica, la argumentación, el dialogo.
La capacidad de expresión y el respeto a la opinión ajena, son perfectamente compatibles.
La diversidad de pensamiento y opinión de personas que forman parte de mi círculo más privado y querido, así lo demuestra.
Sobre todo porque nadie está en la posesión de la verdad.
Pero tienes el derecho y la obligación de poder expresar la que, acertada o equivocadamente, consideras tu verdad.
Hace poco escuchaba un término , coloquialmente poco usado, que es el de libertario.
Entroncado con el movimiento anarquista, define a quién defiende la libertad absoluta y rechaza cualquier forma de gobierno y ley.
Es bello y romántico, pero tal como la historia demuestra, impracticable y caótico.
En una sociedad cada vez más mediatizada ,adoctrinada y controlada , es sano pensar y practicar tus propias reglas.
Y cada vez que el poder intente modificar o condicionar tu pensamiento, recordar una frase cuya autoría se atribuye a diferentes personajes de nuestra historia contemporánea :
“ Nos parecen grandes, porque estamos de rodillas”.
Siempre de pie.