Sintonizando la radio esta mañana, una
amable voz me ha recordado que hoy es el Día Internacional de la Felicidad.
Todavía con la resaca comercial del Día
del Padre, he buscado en la web del DRAE, su definición lingüística.
“ Del lat. felicitas-atis
- f. Estado de grata satisfacción
espiritual y física.
- f. Persona, situación, objeto o
conjunto de ellos que contribuyen a hacer feliz.
- f. Ausencia de inconvenientes o
tropiezos.”
Su lectura me ha provocado unos
minutos de reflexión.
¿ Esa situación.....es permanente o
puntual? ¿ Mi vida discurre por esos parámetros? ¿ Si no es así, soy una
persona infeliz?.¿ Hay que dedicarle un Día especial al año a algo tan indefinible ?.
Muchas preguntas y pocas respuestas.
La aspiración de poder llegar a esa
situación idílica , está implícita en el ser humano.
No conozco a nadie que no quiera ser
feliz.
Ni tampoco a quién no quiera ser
millonario o más guapo, más alto o más joven si , como es mi caso, ya ha
alcanzado eso que diplomáticamente se denomina madurez.
¿Donde se compra la felicidad?.
La realidad nos responde, sabiamente,
que ese estado de plenitud es temporal. En los casos más extremos , ni siquiera
es así.
Las sonrisas de los niños que
encontramos en países como la India, que viven en situaciones de subdesarrollo,
no parecen transmitir infelicidad. Seguramente porque no son conscientes de sus
limitaciones o no han alcanzado el desarrollo suficiente para analizarlas.
¿ Es más feliz un icono como Bill Gates o el que
colabora libremente con una ONG?
Aquel que desarrolla toda su vida
profesional en un trabajo que aborrece, pero bien remunerado ¿es más feliz que
un músico callejero?.
En una sociedad escaparate como la
nuestra, ¿ la gente es feliz o....aparenta ser feliz?.
Solo puedo contestar a tantos
interrogantes con mi experiencia personal.
Puedo afirmar que he disfrutado de
amplios periodos de plenitud tanto personal como profesional que, dentro de su imperfección
, se acercaban bastante a esa definición .
Pero, igualmente, ha habido
momentos peores donde la vida se ha encargado de recordarte que el paisaje es
cambiante y no existe nada definitivo.
De ese aprendizaje procuro manejar mi día
a día valorando todo aquello que el mero hecho de existir nos aporta,
procurando no hacer daño a nadie, disfrutando de los pequeños pero grandes
momentos y rodeandome de personas y entornos positivos.
Si de manera simplista tuviese que
expresar mi propia autodefinición de la felicidad, lo haría con la
siguiente frase:
Ausencia de preocupaciones.
En ello estoy.....felizmente.