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Y en unos segundos, el país se paraliza.
El apagón eléctrico nos deja en la oscuridad, sin energía, sin información , generando el caos.
En el momento de escribir estas líneas, todavía se desconoce el origen del problema.
Especulaciones sobre un supuesto ciberataque, causas técnicas, debilidad de nuestra infraestructura, mala gestión, petición de responsabilidades.
El tiempo nos dará la respuesta.
Sin embargo, existe otro tipo de apagón profundo e importante.
El personal, el colectivo.
Aquel que hay que evitar y no depende nada más que de nosotros.
El que, al igual que la electricidad, nos deja a oscuras.
Aunque no lo percibamos fisicamente y creamos que vemos perfectamente.
Y ese apagón se va trasladando a nuestro interior.
Rutina diaria, aceptación , combinada con negación e irritación de todo aquello a lo que se nos obliga cotidianamente, tanto laboral como políticamente, desinterés por quienes nos rodean, utilización de las redes como efecto escaparate de una supuesta vida perfecta, perdida de valores básicos importantes.
Volver a encender esa luz interior requiere voluntad, empatía y compromiso.
Un apagón, en definitiva, no es solo un problema técnico, sino también una llamada de atención.
Recientemente, hemos sido testigos de noticias que parecen sacadas de una película.
Alteraciones sociales, conflictos internacionales, y eventos que generan miedo en la población.
La muerte del Papa, por ejemplo, moviliza a millones de creyentes recordándonos la fragilidad de la vida.
Referencia que forma parte de mi hoja de ruta mentaf en mi condición de "ateo practico".
Mientras tanto, figuras como Trump y Putin siguen siendo protagonistas en el escenario mundial, generando incertidumbre y temor en muchas personas por las decisiones que toman y sus repercusiones globales.
Estas noticias, aunque parecen distantes, afectan nuestro estado emocional y nuestra percepción del mundo.
La sensación de inseguridad, de que todo puede cambiar en un instante, puede ser como un apagón interno que nos deja en la oscuridad, sin claridad ni esperanza.
La incertidumbre y el miedo se apoderan de la población, y en ese momento, la sociedad puede caer en la apatía o en la indiferencia.
Este paralelismo nos invita a reflexionar.
¿Qué podemos hacer como individuos y como comunidad para no dejar que el miedo y la incertidumbre nos apaguen?
No hay respuesta absoluta
Cuestionar la información que recibimos buscando fuentes fiables que nos permitan generar nuestra propia opinión , cultivar la empatía y actuar con responsabilidad.
Y pasar de la pasividad a la proactividad, al menos mentalmente.
En definitiva, un apagón no solo es un problema técnico, sino también una llamada de atención para no dejar que la oscuridad se apodere de nuestra sociedad y de nuestro espíritu cívico.
Vivir, no aparentar vivir.